Era sólo –de solamente y soledad- un peluche exótico. Un día sin más ni más, se levantó, cruzó la puerta, arrancó de un zarpazo lo que vio a su alrededor, lanzó un grito hondo desde las entrañas y se tumbó en el suelo. Soñó con buenos tiempos en la selva, con su sensualidad perdida, con sus presas temerosas… Llegó Catalina, lo jaló por la cola y lo devolvió a la repisa de los peluches polvorientos.
Ilustración de David Correa