viernes, 31 de julio de 2009



Que falta de respeto le parecía a Pancracia –la puerta del 1038-, que el cartero traspasara su densa anatomía y por una rendija colara papeles de colores de variadas procedencias. Ella sufría bochornos cada vez que esto acontecía, nadie lo notaba –para su tranquilidad-. La calma era momentánea, nunca sabía cuando aquel hombrecillo volvería. Por eso practicaba su expresión en el espejo del pasillo.