Tan desprotegida se sentía, a ella le parecía como si fuera el puente entre lo íntimo y lo profano. Lupita, la vecina le decía que pecaba de ególatra, ella lloraba su amarga transparencia. Los acontecimientos que se sucedieron tiempo después, fue una mera casualidad –para ella era causalidad-. Enrejaron su vergüenza y desdicha y por fin sonrió complacida.
martes, 18 de agosto de 2009
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